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llucià pou sabaté: Comparto vía crucis q escribí hace años

Resultado de imagen de via crucis gif interactivosTexto de Llucià pou sabaté: Comparto vía crucis que escribí hace años:

En una casa de enfermos de SIDA de Nueva York, un hombre le dice agradecido a la Madre Teresa de Calcuta:

Imagen relacionada"Cuando siento un tremendo dolor de cabeza, lo comparto con el dolor de Jesús al ser coronado de espinas. Cuando experimento un dolor insoportable, causado por esta enfermedad, en mi espalda, lo comparto con el dolor de Jesús al ser azotado. Cuando mis manos y mis pies no aguantan más, me uno al dolor de Jesús durante la crucifixión".

Murió al cabo de tres días, y la Madre Teresa comentaba: "jamás he visto a nadie hablar con Dios como lo hizo aquel hombre, con un amor de comprensión tan grande entre él y Jesús".

Oración preparatoria: Jesús, que nos amaste hasta el extremo para que tuviéramos vida y la tuviéramos en abundancia, concédenos que meditando el camino que hiciste con la cruz, comprendamos mejor tu amor hacia nosotros y hagamos así nuestro camino contigo, y deseemos vivamente vivir la vida divina que nos ganaste con tu muerte y resurrección. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

1. Jesús condenado a muerte. Está a punto de pronunciarse la sentencia. No hay pruebas, el juez sabe que los enemigos de Jesús se lo han entregado por envidia, pero tiene miedo, y propone la elección entre Barrabás, homicida, y Jesús el Cristo. El pueblo elige a Barrabás, y Pilato pregunta qué hacer de Jesús. Contestan: "¡Crucifícalo, crucifícalo!" Pilato se burla... Señor, ¿dónde están tus amigos? Te han abandonado, es una desbandada que hace veinte siglos que dura... sientes en tus carnes los latigazos duros, en tu cabeza la corona de espinas, haciéndote rey de sus burlas… “Fue herido por nuestros pecados, y despedazado por nuestras maldades… con sus llagas hemos sido curados” (Is 53,5). Huimos de la cruz, de la santa cruz. Jesús no se defiende, acepta la cobardía de Pilato y la ingratitud de un pueblo. Hoy Jesús estorba -hay quien se lo quita de delante, para quedar bien con los demás, para no complicarse la vida... Jesús dijo: "quien no está conmigo, está contra mí". Ayúdame, Jesús, a no añadir más dolores a tu dolor, pues mis pecados son causa de tu pasión. Al mirar tu cuerpo llagado, me propongo no más pecar.

Resultado de imagen de via crucis gif interactivos2. Jesús lleva la cruz a cuestas. Sobre la espalda herida del Maestro carga el leño que recuerda el del primer pecado, y que ahora con el abrazo de Jesús es salvador. “Despreciado, deshecho de los hombres, varón de dolores y que sabe lo que es padecer” (Is 53,3). En el ambiente hay una especie de miedo a la cruz, y es que han empezado a llamar cruces a todas las cosas desagradables de la vida, y no saben tomárselo con el sentido de los hijos de Dios, con mirada de fe. En la pasión, la Cruz dejó de ser símbolo de castigo para convertirse en señal de victoria. Abrazar la cruz es hacer la voluntad de Dios cada día. Señor, que aprenda amar las pequeñas cruces de cada día.

3. Jesús cae por primera vez. La cruz destroza con su peso los hombros del Señor, que se tambalean y Jesús cae mirando aquellas gentes que están como ovejas sin pastor. Podría llamarlos uno por uno, por sus nombres, por nuestros nombres. Tú y yo no podemos decir nada: sabemos por qué cae Jesús, y lloramos nuestras culpas. Jesús ha caído. No puede levantarse. Le dejan solo. No se queja… “Conducido fue a la muerte, como al oveja va al matadero, y no abrió ni siquiera la boca, como el corderito mudo ante el trasquilador” (Is 53,7). Cae, para que nosotros nos levantemos, una vez y siempre. “¡No puedo más!”, decimos tantas veces: “no puedo más”, ante las cosas que me cuestan, la pereza, la impureza, la rebeldía... pero también es cierto, contigo Jesús nuevamente me levantaré y con mi sacrificio, tendrás una mano amiga que te alivie un poco el dolor, y así contigo iré por la vida con ilusión, paz y alegría.

4. Jesús encuentra a su madre. Estás solo, Señor, en medio de una multitud que tiene sed de violencia… “Una manada de perros me rodea…” (Sal 21,17). Encuentra Jesús consuelo a su soledad, al encontrar a su madre; y la mira, sus ojos se encuentran: recuerda Jesús sus caricias y cuidados, y la Virgen María ofrece a su Hijo un bálsamo de ternura, de unión, de fidelidad, un sí a la voluntad de Dios. Nosotros necesitamos a la Virgen, su mirada también a nosotros nos da fuerzas para continuar. En la oscuridad de la noche, en el momento de la tentación, como un niño pequeño llamaré: “¡madre, no me dejes! En vos, Madre dulcísima, he puesto mi confianza y nunca más quedaré confundido”. Amen.

5. El cirineo ayuda a Jesús a llevar la cruz. Un hombre que venía del campo, Simón de Cirene, recibe el encargo de ayudar a Jesús a llevar la cruz, y tú y yo también podemos ayudar a Jesús a llevar la cruz, nos hacemos solidarios con Él: - cuando nos hacemos presentes en la persona que nos necesita, ayudándola en su trabajo o dándole nuestra palabra confortante de amigo; - cuando trabajamos en común para resolver problemas comunes; - cuando, cansados, nos mantenemos firmes en un trabajo que no puede esperar a mañana. A veces la cruz aparece sin buscarla, es Jesús que pregunta por nosotros y necesita nuevos cirineos, amigos que le ayuden a llevar la cruz, gente llena de amor y corazón abierto, que ayudan a hacer camino en medio del mundo desanimado, inseguro y lleno de duda. Hazme, Señor, más servicial para con mis hermanos.

6. Una piadosa mujer enjuga el rostro de Jesús. La Verónica se hace paso entre la multitud, llevando un lienzo blanco plegado, con el que limpia el rostro de Jesús, el rostro que tapamos y manchamos tú y yo: - cada vez que con nuestro hablar y actuar contradecimos las dignidad de hijos de Dios; - cada vez que nos dejamos llevar, desequilibradamente, por malos deseos; - cada vez que con nuestras murmuraciones y críticas no hacemos otra cosa que dividirnos; - cada vez que de obra, de palabra o de pensamiento maltratamos a otro... Dame, Señor, tu luz, para que no camine más a oscuras y seque yo también tus sufrimientos con el velo de mi vida pura y sincera.

7. Cae Jesús por segunda vez. Todos los pecados de los hombres -también los míos- hacen que Jesús caiga de nuevo, y soy yo que quien lo hago caer por la atracción mía a las cosas de la tierra. Jesús, para que yo no desespere, vuelve a alzarse abrazado a la cruz. Lo hace para que me levante de mis caídas, sea sencillo y abra el corazón, sepa que nada está perdido aún, y Jesús hace que yo salga adelante, con más amor, con más fortaleza, después de cada confesión. Y así es la vida: comenzar y recomenzar... lo mejor siempre está por llegar. Gracias, Jesús, por enseñarme a alzarme de los tropiezos.

8. Jesús consuela a las mujeres de Jerusalén. Jesús pasa, como junto a aquellas mujeres, que están llorando y las anima: “no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos” (Lc 23,28). Así también una y otra vez pasa muy cerca de nosotros, y también nos mira... Señor, que nunca deje de pedirte perdón, que sienta siempre que tu misericordia es mucho más fuerte que mis pecados… Y si le miramos, si le escuchamos, si no lo rechazamos, Él nos enseñará la manera de ser feliz en la tierra dando sentido a todo lo que hacemos, y sembraremos también, allá donde nos encontremos, paz y alegría.

9. Jesús cae por tercera vez. Paso a paso, caída a caída… cae por última vez, con los ojos llenos de sangre reseca que le impide ver, ¡cuánto cuesta llegar hasta el Calvario! Tú también te has de vencer para no abandonar tu camino, tu deber. Parece, a veces, como si el mundo se te viene encima. A tu alrededor, quizás, no se ve ninguna salida. Y dices: “es imposible, esta vez, superar las dificultades”... Jesús está por el suelo sucio de sangre, y más que un hombre parece un gusano. Esta humillación Jesús la acepta para que tú caigas de las cimas del orgullo y la autosuficiencia. ¿Cuántas veces has dicho o has pensado que ya eres bastante bueno, y que no necesitas avisos, ni consejos, porque ya sabes funcionar solo por la vida? Jesús, ¡hazme humilde con un corazón semejante al tuyo!

10. Desnudan a Jesús y le dan vino mezclado con hiel. A Jesús no le queda más que la Cruz. Ha recibido insultos, de todo, y ahora le arrancan los vestidos: “se han repartido mis vestidos y echan suertes sobre mi túnica” (Sal 21,19), y vienen a mi memoria tantas comodidades, tanto capricho, tanta dejadez de no rezar... y caigo en la queja, en el malhumor, en el grito, en el alboroto. Para llegar a la felicidad, a Dios, Jesús es el camino, pero Jesús está en la cruz, y para subir a la Cruz hay que tener el corazón libre, desnudo de las cosas de la tierra. Los verdaderos obstáculos que nos separan de Jesús, son la soberbia, la pereza... Y sólo se superan con la oración y la mortificación, y también al ocuparse de los demás, hasta olvidarse de uno mismo. Señor, que sepa dar con alegría... que no tenga envidia de los que tienen más que yo...

11. Jesús es clavado en la Cruz. Ahora crucifican al Señor, junto con dos ladrones. Ya han cosido a Jesús en la cruz... Y aún hoy perdura la agonía de Jesús, en los sufrimientos de tantos niños inocentes, en las enfermedades incurables, en tantas personas que no encuentran en su vida un poco de felicidad... en la muerte, que lentamente nos va robando a parientes, amigos... Colgado en el árbol salvador, se cumple la escritura: “Mirarán al que traspasaron, y llorarán, como se llora por la muerte del hijo único” (Zac 12,10). Jesús piensa en los que lo matan: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen..." (Lc 23,34). Ahora, mirándolo desvalido, le decimos: Señor, hazme instrumento de paz. Donde haya odio, que yo ponga amor, donde haya ofensa, que yo ponga perdón, donde haya discordia, que yo ponga armonía (oración franciscana).

12. Jesús muere en la Cruz. Allí sufre burlas de todos, pero un ladrón sale en su defensa y le reza: "Señor, ¡acuérdate de mí cuando estés en tu reino!”. Esta jaculatoria le ha abierto la puerta del cielo, pues le responde Jesús: "en verdad te digo que hoy mismo estarás conmigo en el paraíso" (Lc 23,34). Aprendamos de él. Tú y yo podemos sentir algún día la soledad, como Jesús en la cruz que reza: “Dios mío, por qué me has abandonado”; y sigue recitando ese salmo que habla de esperanza y salvación para todos, de eucaristía y de cielo, y comprende que en ese momento se está cumpliendo esa maravilla, por su adhesión a esa voluntad de lo alto. También nosotros, ante el silencio de no tener a nadie al lado, podemos buscar entonces el sentido salvador de toda dificultad, con el apoyo del que ha muerto y resucitado. Así, podemos revivir la esperanza, volver a empezar una vida nueva, de amor, de ilusión, de paz, de fe. Junto a la Cruz, María. Jesús la mira y le dice: "mujer, aquí tienes a tu hijo", y mirando al joven Juan nos mira a ti ya mí, dándonos a la Virgen María por madre: "aquí tienes a tu madre..." (Jn 19,26-27). Cuando Jesús nos dio a María acabó su obra y dijo “dando un gran grito: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu".

13. Jesús es bajado de la Cruz. José de Arimatea “con audacia fue a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús” (Mt 15,43). Dejan el cuerpo de Jesús en manos de su madre. María lo recibe en sus brazos. Vino a salvar el mundo, y los suyos lo niegan ante Pilato. Nos enseñó el camino del bien, y lo arrastran por la vía del Calvario. Ha dado ejemplo en todo, y prefieren un ladrón homicida. Nació para perdonar, y lo condenan sin motivo. Llevó la paz, y le declaran la guerra. Era la luz, y lo entregan al poder de las tinieblas. Llevaba amor, y le pagan con odio. Era el Rey, y lo coronan de espinas. Se hace hombre para darnos la vida, y lo recompensan con la muerte. Señor, dame tu fuerza y ​​tu gracia para hacer, como Jesús hizo en el huerto de Getsemaní, un acto de aceptación de lo que Dios quiera, sabiendo que todo es para bien.

14. Jesús es puesto en el sepulcro. Sin nada vino Jesús al mundo, y nos ha dejado sin ni siquiera el lugar donde reposa. Jesús resucita. Ahora ya ha pasado todo, y sabemos que Jesús ha muerto por mí y me ha rescatado, ahora soy hijo de Dios. Cuando me siento capaz de todos los errores que han cometido las personas más perversas, comprendo bien que puedo no ser fiel... pero esto me lleva a estar como un niño agarrado a los brazos de mi Padre, luchando cada día un poco más para no apartarme de él. Señor, - a todos los que han muerto, - aquellos que hemos conocido, - a aquellos que hemos amado, - a aquellos con los que hemos convivido, ¡hazlos resucitar para la Vida! Y a nosotros, haznos caminar con la esperanza de encontrarte a ti y de reencontrarnos a ellos para siempre. Amen.

(Llucià Pou Sabaté, adaptando textos de san Josemaría y otros autores).
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