La identidad ocupacional se refiere a la percepción que un individuo tiene de sí mismo en relación con su trabajo y las actividades laborales que realiza.
Este concepto abarca las creencias, valores y significados que una persona atribuye a su ocupación y cómo esta contribuye a su sentido de identidad y autoestima (Caza & Wrzesniewski, 2013).
Para muchas personas, la ocupación no es simplemente una forma de ganarse la vida, sino una parte integral de su identidad y autopercepción.
La identidad ocupacional se desarrolla a lo largo de la vida a través de las experiencias laborales, la educación y las interacciones sociales relacionadas con el trabajo (Kirpal, 2004).
Además, esta identidad puede estar influenciada por factores como el prestigio social asociado con ciertas ocupaciones, las expectativas culturales y las normas sociales (Ashforth & Kreiner, 1999).
La importancia de la identidad ocupacional radica en su impacto en el bienestar psicológico y emocional de los individuos.
Cuando las personas se identifican positivamente con su trabajo y sienten que sus ocupaciones son congruentes con sus valores y aspiraciones, tienden a estar más motivadas, comprometidas y satisfechas en su vida laboral.
Por otro lado, la pérdida de la identidad ocupacional, ya sea debido a la jubilación, el desempleo o un cambio de carrera, puede tener efectos negativos en la autoestima y la salud mental (Roche & Haar, 2013).
La transición a la jubilación es un proceso complejo que implica ajustes emocionales, sociales y físicos significativos.
Para los trabajadores de las comunidades de Extremadura, la jubilación no solo marca el fin de una carrera laboral, sino también un cambio profundo en su identidad y rutina diaria.
La literatura sobre la teoría de la transición al retiro indica que este proceso puede ser especialmente desafiante para aquellos cuya identidad está estrechamente vinculada a su ocupación (Wang, Henkens, & van Solinge, 2011).
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