
A pesar de tratarse de alternativas recientes se
dispone ya de un amplio abanico de experiencias, algunas de ellas con
suficientes años de funcionamiento como para que puedan servir de modelo a
otras que comienzan. No hay que olvidar que este tipo de alojamientos presenta
algunas ventajas, pero también inconvenientes y sólo serán alternativas válidas
y estables si se adaptan a las realidades culturales de cada comunidad. Las
personas mayores no constituyen un grupo homogéneo y parece justo que se les
ofrezca una suerte de alternativas según sus demandas y necesidades.
En un intento de sistematización podríamos
agrupar estas iniciativas en dos grandes bloques: alojamientos en los que prima
la intimidad por encima de la convivencia y aquéllos en los que es más
importante la participación en comunidad y las relaciones de grupo. Las
experiencias más frecuentes de sistemas de vida compartida son:

Llamadas también pisos o viviendas tuteladas.
Existen numerosas fórmulas en esta línea, siendo la mas frecuente la de
viviendas ocupadas por grupos que suelen oscilar entre cuatro y ocho personas,
con diferentes grados de protección o tutela en función de los niveles de
dependencia de las personas residentes. La organización de la vida cotidiana es
también diversa: distribución de las tareas domésticas entre los miembros del
grupo, servicio de atención domiciliaria o existencia de una persona que
desempeña el papel de "ama de casa" y convive con el grupo.
Este tipo de residencia inicialmente, favorece la
convivencia, el desarrollo de la solidaridad y la ayuda mutua, elevando los
sentimientos de utilidad y de autoestima y evitando los problemas de soledad.
Pero, como cualquier sistema de convivencia, también plantea problemas, no
siempre fáciles de resolver. El compartir la vida cotidiana con personas con
las que no hay uniones afectivas previas es una tarea francamente difícil.
Otras iniciativas en este sentido son los
apartamentos individuales o bipersonales con una gama más o menos amplia de
servicios centrales, que se ofrecen en el mismo edificio o en algún centro
gerontológico cercano: lavandería, restaurante, asistencia doméstica, servicios
médicos y de enfermería, actividades de ocio y animación, etc. Estos
apartamentos oscilan entre 30-50 m2 y suelen disponer de algún sistema de
teleasistencia o simplemente una alarma conectada con la conserjería del
edificio.
A diferencia del sistema anterior, la vivienda es propiedad de uno de
los residentes, quien ofrece la posibilidad de compartirla con alguien con el
que no esta emparentado, generalmente a través de una entidad. Hay distintos
modelos de vivienda compartida, siendo especialmente interesante el llamado
"modelo intergeneracional", en el que la persona mayores comparte su
vivienda con un joven estudiante.
Sistemas de vida compartida
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